lunes, 22 de septiembre de 2014
George Takei alcanzó la fama a los 70 años
Se dice que no hay persona más aclamada que un redimido, ese arquetipo de personaje caído en desgracia que ve la luz y se reforma ante un público perdonador. Es una máxima bonita y casi científica.
Esto le pasa desde hace casi diez años a George Takei, un actor septuagenario que hoy es uno de los personajes más seguidos, queridos y poderosos en las redes sociales. Tiene 7 millones de seguidores en Facebook y casi 1 millón en Twitter.
Sus publicaciones, desde fotos graciosas hasta proclamas políticas, se suelen convertir en éxito viral. Sus videos de YouTube son capaces de cambiar el rumbo de políticos en Estados Unidos. Tanto que este año ha visto cómo, mientras sus dos libros sobre cómo manejarse en la red se venden a ritmo japonés, se estrenaba un documental sobre su vida.
Takei no siempre tuvo poder. De padres japoneses, nació en Estados Unidos cinco años antes de la II Guerra Mundial, lo cual le llevó a criarse como preso en campos de refugiados en Arkansas y California.
En los años 60, ya actor, encontró trabajo fijo en la serie Viaje a las estrellas. El proyecto fue un éxito pero con dos trampas: primero, no triunfó hasta años después de que el programa fuera cancelado y, segundo, la serie fue tan maravillosa como parodiable y Takei quedó encasillado como secundario de un reparto icónico y nada respetado. En lo sentimental las cosas tampoco le fueron mejor. Como homosexual vivió toda su juventud escudado bajo una capa de miedo y represión. Y así seguiría hasta 2005, cuando salió del armario. Pero en 2011 se estrenó en Facebook y todo cambió.
Hoy, la poderosa marca 2.0 de Takei es gestionada por expertos, mientras él se moviliza por la igualdad de razas y orientaciones sexuales. Es increíblemente famoso y adorado por derecho propio. Es, como los grandes, más que la suma de todas sus partes. Es la encarnación de los pecados más incómodos de Estados Unidos del siglo XX: racismo, homofobia e infravalorar Viaje a las estrellas. Y, a la vez, es su perdón.
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