“Al final, a lo más que podemos aspirar es a que te tomes este ensayo y este libro tan en serio como un episodio de Los Simpson”, dice uno de los artículos del libro Los Simpson y la filosofía, informó el diario Clarín de Argentina.
La tribu amarilla, creada por Matt Groening, es abordada en 18 artículos por una veintena de docentes, investigadores, creadores y filósofos compilados por William Irwin, Mark T. Conard y Aeon J. Skoble.
Homero, el barrigón, impresentable, que aún haciendo su mejor esfuerzo no logra meterse en el traje de un padre de familia; el diablillo de Bart, un vándalo en pantalones cortos; la abnegada Marge; Lisa, la precoz, encarnación de virtudes morales y consciencia social, talentosa y triste muchachita saxofonista, y la pequeña Maggie, una presencia sin palabras que buena parte del tiempo queda olvidada en las sombras inconscientes de los demás miembros de la familia Simpson, son atravesados por los rayos láser de los paradigmas filosóficos, puestos sobre las bateas de disección de los investigadores.
Detrás de ello, una de las respuestas que el libro arriesga es que si bien la serie Los Simpson se burla de las instituciones y convenciones culturales, así como se pretende una “parodia de ‘la familia estadounidense normal en toda su belleza y horror’”, la serie no oculta una cuota de conservadurismo en lo referente al ideal de familia, porque pese a todos sus embates, esta institución no queda destripada y a un costado del camino, sino que siempre es salvada a pocos segundos de que todo vuele por los aires.
Aristóteles y Nietzche
Puesto a trasluz en la categorización de caracteres aristotélica, Homero resulta difícil de encasillar, aunque claramente no es un virtuoso, explica Raja Halwani en el ensayo Homero y Aristóteles. Tampoco puede tratárselo alegremente de vicioso, tal vez sí lo es en lo referente a la comida y la bebida, pero no en lo que respecta a su vida sexual.
Cierto es que es un aficionado a la mentira, carece de criterio para inclinar la balanza de la justicia hacia un lado u otro, es un padre irresponsable y egoísta y un marido desconsiderado.
Aun con todo, el profesor Halwani lo salva y afirma que hay rasgos admirables en el personaje y reside en su “humanidad desenfadada”, en su amor por la vida y el goce en su nivel más básico.
Bart, el villano en miniatura que termina siendo el mimado de la serie, es comparado en uno de los ensayos con el chico malo de la filosofía, Friedrich Nietzsche. Mark T. Conard se cuestiona si no será el chiquillo la personificación del ideal nietzscheano, en tanto que Lisa encarnaría el papel del filósofo optimista, Sócrates, contra el que Nietzsche cargó todas sus armas teóricas. Pero, claro, se responde que no y afirma que Bart, en todo caso, está más cerca del nihilismo.
Es con la lupa kantiana con la que se analizan las conductas morales de Lisa y Marge, surgidas de la reflexión sobre los grandes temas de la filosofía en el caso de la pequeña, y en términos del deber para consigo misma y con los demás en el caso de la madre.
No escapa a nadie que, tal vez, el principal condimento con el que se guisa el éxito de la tira es aquel recurso explotado con maestría de referir, aludir y citar productos, voces e íconos de la alta cultura y la cultura popular.
El mecanismo se aborda en el libro en varios de los ensayos. “Al salirse del texto mediante estas referencias instantáneas, Los Simpson consigue transmitir una gran cantidad de información de modo sumamente económico”, dice Carl Matheson.
Bajo aquella premisa, hay quienes se quedan afuera y quienes no sólo disfrutan del chiste sino que además se complacen en ser parte de ese grupo que sí sabe que hay un subtexto mucho más sabroso para ingerir con la tira. Del mismo modo opera Los Simpson y la filosofía que no se dirige a la élite académica, sino más bien al vasto grupo de seguidores de los muñequitos amarillos.
“Al salirse del texto, Los Simpson consiguen transmitir una gran cantidad de información de un modo sumamente económico”.
Carl Matheson
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